viernes, 2 de abril de 2010

Necesidad

Escrito por un Amigo el Sr. Segura Diaz.

Si, usted bien sabe que aquí es su lugar y sin usted concibo apena entender, que sus ausencia hace a la noche prolongar.

Sí, hay tantas cosas que le tengo que contar, cuando se calme el deseo y mi pasión, preciso de usted para vivir, es de noche amor.

El frio entro en el cuarto que fue suyo y mío, por la ventana abierta donde yo mire, en la espera y mucho más, usted no apareció.

Usted ya me olvido y yo no veo como hacerle hoy recordar, la tanta veces que le escuche decir, que yo era todo para usted.

Hoy me doy cuenta de esta cruda realidad, que no significo ya nada para usted. Usted ya me olvido.

Te necesito, necesito que estés ahí. Quiero sentir el roce de tus labios y la felicidad de tu piel. No me dejes nunca.

No me dejes, te necesito para poder seguir adelante y dar pasos persiguiendo la felicidad, a tu lado.

En este capítulo de mi vida, en el presente, en el futuro, siempre te necesitaré, porque tú eres yo.

Por ti miro, por ti respiro. Si tú no estás muero de tristeza. Si estás estallo de alegría.

Te necesito para gritar de placer en silencio, para callarme gritando. Necesito todo de ti, pues tú eres todo para mí.

Te necesito...

El poder del Perdón

Laura tiene 40 años, es guatemalteca y vive en Miami. Una tarde al llegar del trabajo tuvo una conversación con su esposo, Claudio, que la derrumbo. Luego de casi cinco anos de casados, estaba decidido abandonar el hogar. Afirmo que la rutina y su indiferencia habían hecho que la relación perdiera todo sentido.

Laura llego a mi buscando una salida para su vida de desconsuelo, inseguridad y mala fortuna. En meses pasados también había perdido su trabajo de muchos anos. Además, estaba muy mal de salud y se sentía extremadamente sola. Para abrir la brecha en su dolor le pregunte: ¿Con quién estas enojada?. ‘’Con Claudio’’, dijo sollozando, ‘’desde que abandono no he logrado volver vivir en paz’’.

Comenzamos a desatar el enredado ovillo. Luego de una larga conversación, Laura tomo la única decisión que, a pesar de lo que había ocurrido, la llevaría a recuperar el bienestar: perdonar. Entendió que este era el mejor regalo que se podía dar así misma.

Haber culpado a Claudio de todo fue su primer paso que la llevo a perder el control. Al no asumir ella ninguna culpa, la culpa de Claudio se convirtió en la estrella del gran escenario que monto inconscientemente y la hacía sentir mal.

Culpamos a otros cuando creemos que alguien hizo algo en nuestro perjuicio o no hizo lo que creemos merecer y, por lo tanto, debe sufrir las consecuencias. Pero no siempre es así. Bajo esta lógica, comenzamos a relacionarnos con la otra persona a través de juicios. Atacamos y nos defendemos. Creemos que tenemos la sabiduría suficiente para ser justos. Sabemos lo que está bien y lo que está mal, quien es inocente y quien es culpable.

Y creyéndonos justos, condenamos la conducta de la otra persona, haciéndola sentir culpable por ser como es, esperando que cambie y sea de la manera que nosotros deseamos. Y así caemos presos de la trampa que nosotros mismos tendimos: las personas nunca cambian como realmente esperamos.

Nos convertimos en las verdaderas víctimas de la historia. Es un cometido imposible, pues nadie hace nada a nuestro gusto y, por esa razón, nunca llegamos a encontrar paz. Pero existe un camino de regreso y este comienza con la responsabilidad.

Laura pudo facilitar el proceso del perdón cuando llego a ver a Claudio como alguien que pedía ayuda y atención. Así, pudo cambiar su actitud defensiva por una de comprensión. Cuando Laura se puso en el lugar de Claudio y analizo lo que este había vivido desde niño, cuales habían sido sus experiencias y como había sido la relación con ella, concluyo que, en su lugar, quizá hubiera hecho lo mismo.

El perdón requiere que revisemos la historia personal de quien nos ha atacado, no para justificar sus acciones, sino para entenderlas. Eso hace más fácil dar el primer paso y, poco a poco, eliminar los juicios que mantienen vivo el conflicto.

Finalmente, no nos sentimos mal por lo que paso, sino por los pensamientos con que seguimos condenados a esa persona. Si nos resulta difícil perdonar, dejemoslo en manos de un poder superior, confiando plenamente en su amor incondicional y poniendo a un lado nuestras razones. Pero hay una manera de volver a ver las situaciones o las personas pendientes. Somos nosotros quienes debemos desarmar este juego de culpas y castigos.

Laura le informo a Claudio de su decisión de perdonarlo con la siguiente carta:

Querido Claudio:

Hoy he decidido dar vuelta a esta página de dolor. Quisiera que todo hubiera sido diferente, pero acepto las cosas como sucedieron. Renuncio a imponer mi razón y decido liberarte. Sé que esta decisión me devolverá la serenidad y podre rehacer mi vida. Te perdono con el corazón. Pienso en ti y puedo sentir paz otra vez. Comencé a sentirla cuando deje de juzgarte. Y le agradezco a Dios por darme la fuerza para tomar esta decisión.

Laura.

Sacado de la Revista Selecciones

jueves, 1 de abril de 2010

Yo Soy Yo

(En momentos de oscuras situaciones en las cuales nos rendimos ante el problema y ponemos nuestros caminos al destino, nos damos cuenta que nada es más importante que el amor de uno mismo, el cuidado a lo que eliges y apoyo que recibes de los demás, por ello esta nota refleja la responsabilidad de nuestra vida como personas libres de elegir su propio camino)

En todo el mundo no hay nadie exactamente como yo; hay personas que tienen algunas partes que se parecerán a mí, pero nadie es idéntica a mí, por lo tanto todo lo que sale de mi es auténticamente mío, porque yo sola lo escogí.

Todo lo mío me pertenece, soy dueña de mi cuerpo, incluyendo todo lo que hace, soy dueña de mi mente, incluyendo todos sus pensamientos e ideas. Soy dueña de mis ojos, incluyendo las imágenes que perciben.

Soy dueña de mis sentimientos cuales quiera que estos puedan ser: coraje, alegría, frustración, amor, desilusión, excitación. Soy dueña de mi boca y de todas las palabras que salgan de ella: agradables, dulces, bruscas, justas o injustas, de mi voz fuerte o suave y todos mis actos, sean estos para otros o para mí.
Me pertenecen mis fantasías, mis sueños, mis esperanzas y mis temores. Me pertenecen todos mis triunfos y éxitos, todos mis fracasos y errores, porque todo lo mío me pertenece.

Puedo llegar familiarizarme íntimamente conmigo misma, puedo amarme y aceptarme y entonces puedo hacer posible que todo lo que me pertenece. Trabajo para lograr lo mejor de mí; diga lo que diga, haga lo que haga, piense y sienta lo que sienta, en un instante de tiempo eso soy yo.

Puedo ver, oír, sentir, pensar, decir y hacer, puedo estar cerca de otros para hacer productiva y para encontrar el sentido y el orden del mundo formado por la gente y las cosas que me rodean.

Soy dueña de mi misma y por ello puedo construirme.

Yo soy yo y estoy bien…

Virginia Satir


LAS CINCO LIBERTADES


La libertad de ver y oír lo que hay allí, en lugar de lo que debería ser, era o será.

La libertad de decir lo que sientes y piensas, en lugar de lo que debieras decir.

La libertad de sentir lo que sientes, en vez de lo que tendrías que sentir.

La libertad de pedir lo que quieres, en vez de estar siempre esperando que te den permiso.

La libertad de correr riesgos por tu propia cuenta, en vez de elegir estar simplemente seguro.



CONEXIÓN CON UNO MISMO Y CON OTROS


Permítete a ti mismo estar íntimamente conectado con todas tus partes. Tan libre como para tener opciones y usar esas opciones libre y creativamente.

Saber que lo que haya sido en el pasado fue lo mejor que podíamos hacer, porque representaba lo mejor que sabíamos. Representaba lo mejor de nuestra conciencia.

Y mientras avanzamos hacia conocer más, ser más conscientes,

entonces también estamos más conectados con nosotros mismos, y conectándonos con nosotros mismos podemos formar conexiones con los demás.